El pasado fin de semana tuvimos la oportunidad de ver en esencia el sufrimiento físico que genera la competición en el #triatlón, con el que los deportistas se ponen al límite en lo todos los aspectos, y ello puede conllevar en algún caso lesiones graves e incluso la muerte. Y no sucede exclusivamente a nivel profesional, sino también amateur, donde a veces el reto personal prevalece al sentido común de retirarse de una prueba cuando ya no damos más, y así vemos como cada año algún compañero triatleta fallece a pocos metros de la meta o nada más traspasarla, sobre todo en casos de deshidratación extrema o hiponatremia que genera edema cerebral, que es causa del fallecimiento.
Yo mismo en el año 2013 participé en el IM de Niza, fue toda una experiencia personal física y psicológica acabar el IM en 11:56’ , pero ese día se tiñó de tristeza por la muerte de un compañero inglés triatleta, que chocó mortalmente contra un muro de piedra y no se pudo hacer nada por él.
El riesgo se tiene que medir, no somos conscientes de lo que fisiológicamente le hacemos a nuestro cuerpo, y que a veces tanto esfuerzo no merece la pena.
Sin duda me gusta abrir el debate sobre el sentido común en este deporte, llegar en las mejores condiciones físicas a cualquier competición, medir ritmos, esfuerzos, conocerse bien y nunca traspasar los límites fisiológicos.
Pero también en Cozumel se vio algo que me ha emocionado, el amor fraternal de dos hermanos, creo que es una imagen aleccionadora de que por encima de la competición, marcas y presiones está el ser humano, que recoge a sus espaldas a su hermano y lo acompaña a la meta.
Ojalá pueda inculcar y ver en mis hijos estos gestos, por encima de marcas, podios y otra trivialidades… Porque ahí radica la esencia del triatlón.
No hace falta llegar el primero a la meta para ser un triatleta extraordinario.