Hace ya 4 años de mi participación en el IM de Niza, y me parece que ha pasado una eternidad. Todavía recuerdo cómo nos apuntábamos en una cena con mis amigos Salva, Fede y Manuel a una prueba tan dura y exigente. Fueron 9 meses de preparación sin saltarme ni un entreno, ni ninguna de las carreras programadas de la mano de nuestro entrenador, Miquel Torres. Hasta que llegó el gran día y sonó el despertador a las 4:30 am. Desayunamos y a la zona de salida, donde nos esperaban 2.800 triatletas.

A las 6:30 se dio el pistoletazo de salida, y los primeros 1.000 m de natación solamente veía espuma y golpes. Más tarde se fue normalizando la cosa. Al coger la bici nos esperaban 180 km de montaña, incluido el Coll de l’Ecre (21km de subida), para posteriormente correr la maratón a 30º C y luchar contra mí mismo. Contra mis miedos. Contra mi cabeza, y contra el cansancio. En resumen, 11:56’ en unos de los IM más bellos y duros que hay. Años más tarde me entristecía viendo el atentado atroz que dejó tantos muertos en la misma Promenade de los Ingleses por donde corrimos nosotros.

Más que los detalles del desarrollo de la prueba, lo que quiero compartir con vosotros con este post es lo que significó en mí, lo que supuso todo lo que conllevó el previo y la propia competición. Fue la manera de desarrollar la capacidad de poder hacer cosas como esta, con entrenamientos muy duros (6 horas en bici + 1 hora corriendo, y al día siguiente 2 horas de bici + 2 horas y media corriendo). El caso es que esa capacidad de sufrimiento estoico la trasladé después a mi vida profesional y personal.

Así aprendí a ser un ironman en el día a día. A tener resistencia para trabajar, para superarme constantemente y ser mejor médico y persona. Esto me ha recordado una antigua publicación mía en la que reflexionaba sobre eso de «recomiéndame al mejor especialista», ya que hace poco hablamos sobre la importancia de los conocimientos y las habilidades (que se aprenden con la experiencia). Lo cierto es que estos atributos suman (es lo que muchos pacientes buscan, el mejor médico especialista en rodilla, en hombro, etc.) sin darse cuenta que en este numerador hay algo que no suma sino multiplica las dos. La actitud.

Sí. En la actitud reside todo. Es lo que diferencia a los que son buenos de los que triunfan. Y no triunfan porque sepan mucho de algo o sean muy hábiles. Triunfan porque tienen una actitud de superación, de cariño y empatía con el paciente, de acompañamiento en la enfermedad… La actitud marca la diferencia. Esa misma actitud es la que cada día me impulsa a seguir superándome, motivándome para seguir siendo un ironman en el día a día.